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  • Foto del escritorEva Quesada

Por qué somos negativos (I)


Lo negativo es más fuerte que lo positivo. Es un hecho. Nos impacta más perder dinero que ganarlo. Y no hablemos sobre ganar un amigo o perderlo para siempre.

Además, biológicamente, tenemos bastantes números para ser negativos, y es la forma en que se desarrolla y evoluciona nuestro cerebro.


Nuestra mente es “anti-debilidad”.

Eso significa que el cerebro se desarrolla, se supera cuando le añadimos presión y dificultades. De hecho, necesita retos y adversidades para evolucionar. Fíjate en los retos que los niños tienen que solucionar desde que nacen… desde aprender a caminar, a hablar… Biológicamente, esto ocurre en la primera infancia porque es cuando su cerebro tiene mayor plasticidad. Si tuviéramos que resolver esos enigmas de adultos, muchos moriríamos gateando…


La mayoría de los problemas adultos los solucionamos pero, ¿qué pasa con los que no? Nos sentimos mal, poco útiles, avergonzados, envidiosos de quien sí lo ha resuelto, enfadados porque el mundo es injusto y nos lo pone demasiado difícil. O mejor aún, pasamos de nuestra responsabilidad y no ocultamos. Pero la reacción química, la sensación, el sentimiento ya se disparó, y deja su huella.


Por ejemplo, una humillación dispara una reacción química en nuestro cerebro: no hay tiempo para pensar, la emoción toma el control. Después nuestra mente entra en el partido y puede dejar que la química siga actuando, positivar el sentimiento, ocultarlo, responsabilizar a otros... Dependiendo de este paso, el sentimiento negativo puede hacerse más grande y convertirse en un estado de ánimo de frustración o de victimismo, y si lo dejas crecer, en tu personalidad.

Ahí creamos una “sombra” de nosotros mismos, et voilâ! Ya somos negativos.

Podemos esconder nuestras emociones y dejarlas en la zona de sombra o (líbrenos la tiranía de la felicidad y el escarnio social) hacerlo público y pasar por inadaptados . Ninguna de las dos opciones ayuda mucho a nuestro bienestar, y desde luego no son saludables.


La mayoría carecemos de educación emocional, de ahí viene el lío. No sabemos cómo funciona más que intuitivamente. De hecho, tampoco es culpa nuestra…

Daniel Goleman, el padre de la inteligencia emocional distinguió 6 emociones básicas del ser humano: Miedo, tristeza, ira, alegría, sorpresa y asco.

Y a muchos, aún nos cuesta distinguir entre ellas. ¿Qué te pasa? Me siento mal. Hasta ahí llego. Encima, fíjate que de las seis, cuatro de ellas son “negativas”.

Y ahora, ¿qué hacemos?

Hay formas de desarrollar nuestra inteligencia emocional y lograr las habilidades y recursos que algunos no hemos desarrollado aún. Más allá de la tiranía de la felicidad, los libros de Coelho, los slogan de Desigual y los anuncios de cervezas mediterráneas... ¡Te los cuento en el próximo post!

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